La PNL (Programación Neurolingüística) se rige por una serie de presuposiciones o principios, entre ellos, el que reza: “todo comportamiento tiene una intención positiva”. Esto significa que todo comportamiento, incluso aquel que aparenta ser autodestructivo, quiere conseguir algo bueno para quien lo realiza. De primeras, esta conclusión puede resultar desconcertante y retadora. Sin embargo, una vez se analiza, tiene todo el sentido.

La PNL asume que las personas lo hacen lo mejor que pueden en cada momento de su vida, dadas las opciones (alternativas) y los recursos (capacidades y habilidades) disponibles para ellas en ese momento dado. Todo comportamiento, tiene o tuvo en su día, cuando apareció, una intención positiva. Fue percibido como apropiado en algún nivel en el contexto en el que fue generado, desde el punto de vista de la persona que lo llevó a cabo.

La intención positiva: ¿qué necesidad estoy cubriendo?, ¿qué quiero conseguir?

Pongamos un ejemplo para comprenderlo mejor. Fumar o tomar determinadas drogas, puede tener la intención positiva de calmar la ansiedad. Tras un cigarro se produce la relajación y es bueno saber que hay muchas alternativas para llegar a ese estado deseado de relajación. Así que, puedes apoyar esa intención positiva de relajarte y mantenerla, ya que quiere hacer algo bueno por ti. Y, al mismo tiempo, puedes encontrar otras alternativas que te permitan obtener ese mismo resultado de una forma más saludable para ti. Así que puedes conservar tu intención positiva y obtenerla de otra manera.

Por eso la PNL dice que es más fácil responder a la intención positiva que a la expresión del comportamiento problemático. Y es que siempre es más fácil negociar con otros o con nosotros mismos sobre la base de los intereses (calmarse) en vez de sobre las posiciones (fumar o no fumar).

Además, el descubrimiento de tu intención positiva (de tu necesidad cubierta) puede llevarte a sentir comprensión y compasión hacia ti mismo. Sentimientos que facilitan la aceptación del problema, la reconciliación contigo mismo y el cambio. Esto es pieza muy importante del proceso.

“todo cambio empieza por una reconciliación interior”.

La aceptación

La aceptación del problema y de esa parte de nosotros que tiene el problema es la puerta…

“La aceptación es la puerta que abre el camino del cambio”

Usualmente no nos gusta el síntoma, el problema. Lo rechazamos y también rechazamos esa parte de nosotros que tiene el problema. Y ahí es, precisamente, dónde nos atascamos.

Carl Jung decía: “Todo aquello que rechazas, te somete. Lo que aceptas, te transforma”.

La primera respuesta del ser humano frente al dolor físico es rechazarlo. Y con el dolor emocional pasa lo mismo. Nuestra primera respuesta es el rechazo. Sin embargo, si queremos ir más allá del problema y superarlo, primero necesitamos aceptar.

“Contra lo que te resistes, persiste. Y lo que aceptas, se diluye”

“Quiero A, pero hago Z”

Por ejemplo, “Quiero adelgazar, pero cada noche como tarta de chocolate”. Rechazo comérmela, rechazo esa parte de mí que se la come. “No, esa no soy yo”. Y a veces resulta que cuanto más lo rechazo, cuanto más intento eliminar el patrón de conducta no deseado, más se recrudece éste. Más tarta de chocolate como y más a menudo… Así que es bueno saber que cuando el plan C falla (eliminar el patrón o síntoma), existe un plan B que es aceptarlo. La aceptación es una estrategia original de la escuela ericksoniana.

Casi todos los temas que llegan a la consulta se pueden plantear en estos términos de “quiero A, pero hago Z”. Hay una parte de mí que quiere “A” y otra parte de mí que hace “Z”. Necesito escuchar y aceptar a esas dos partes de mí para poner en práctica el plan B: confiar en que ambas partes quieren hacer algo bueno por mí, las dos tienen una intención positiva. La parte que quiere que adelgace, quizá, quiere que esté sana físicamente. Y la parte que come tarta, quizá, simplemente quiere calmar mi ansiedad. La intención de relajarse es una intención positiva que merece ser mantenida. Y a partir de ahí, hay tantas maneras de obtener mi intención positiva de relajarme, distintas de comer tarta en grandes cantidades…

 

Reconciliación de partes nuestras

Lo seres humanos funcionamos internamente por procesos sistémicos. A veces estos procesos se entienden mejor cuando se pone un ejemplo de proceso sistémico externo. Por eso, todo este conflicto entre partes de nosotros mismos (quiero A, pero hago Z) y la necesidad de aceptar y reconciliar partes como paso previo a la solución del problema, me parece que se entiende mejor con la metáfora de la pareja.

Uno no puede elegir no tener conflictos con su pareja, pero si puede elegir qué hacer cuando el conflicto llegue. ¿Qué crees que ocurrirá en una pareja en la que uno siempre quiere llevar la razón y callar al otro? ¿Crees que en este contexto se podrá resolver el conflicto entre las dos partes? Parece que no… porque uno menos uno es igual a cero…

Y ahora te pido que imagines un tipo de pareja distinto. Una pareja donde ambos se escuchan amorosa y respetuosamente. ¿Crees que en este contexto será más probable superar el conflicto y llegar a un acuerdo? Parece que si… porque, además, resulta que, en este caso, uno más uno es igual a tres… Porque la relación no eres tú ni soy yo ni somos los dos, sino que es un tercer ente diferente de ambos, la relación es un “nosotros”.

Pues igual ocurre con las distintas partes de ti. Necesitas escuchar a ambas para que de ese diálogo surja una tercera cosa que no sea ni la una ni la otra sino una tercera que integre a las dos. Una tercera que, al final del camino, eres más tú mismo porque has recuperado tu paz interior, consiguiendo reconciliar a esas dos partes que antes estaban en conflicto. Porque has conseguido dejar de hacer la guerra contra ti mismo y empezar a hacerte el amor.

 

La exclusión genera el problema. La solución viene de la mano de la integración

El problema es feo. Ya lo sé. No nos gusta. Probablemente, sea feo porque si nos resultara cómodo no le haríamos ni caso. Se trata de escuchar al síntoma o problema amorosa y respetuosamente, de escuchar su intención positiva. Se trata de mirar al problema como algo que se quiere abrir en nuestro interior, como una señal de transformación.

Realmente, es el rechazo, la exclusión de esa parte de nosotros, lo que genera el problema. La exclusión siempre genera problema. La solución viene siempre de la mano de la integración. De la mano de escuchar amorosa y respetuosamente a todas las partes que nos habitan, aceptarlas e integrarlas de manera armónica.

 

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